Plaza del Ayuntamiento nº 1
42240 - Medinaceli (Soria)
Estimado Sr. Alcalde Felipe Utrilla Dupre
Quien suscribe la presente comunicación, entiende que el Toro de Júbilo, una fiesta legendaria y muy conocida en
Medinaceli - España, pues data del siglo XVI, y somos conscientes de la tradición popular
que ha representado a la ciudad desde entonces, y entendemos la apreciación que
los lugareños tienen a ella.
No obstante, es necesario que se tenga en cuenta la opinión
de una gran mayoría de personas en TODO EL MUNDO, que cada año vemos con desolación la
celebración de esta fiesta, que para nosotros, no es más que otro maltrato
hacia un animal indefenso e inocente SIN NINGÚN TIPO DE JUSTIFICACIÓN, MUCHO MENOS "CULTURAL".
Si bien es cierto que el animal no muere en la fiesta, este
no es argumento válido para justificar el sufrimiento físico y psicológico que padece, pues recordamos que se realiza en contra de su voluntad y ejerciendo
actos que van en contra de sus instintos naturales, ofreciéndole heridas y quemaduras que no tienen justificación alguna.
Es sabido que el fuego es temido por todos los animales,
pues inconscientemente saben que deben huir de él, y el hecho de exponer al
animal al fuego de una forma tan directa y cercana, del cual no puede librarse, ya que está asido a su cornamenta, provoca en él una gran
ansiedad y estrés, que se acentúa con la muchedumbre de personas que se
abarrotan por las calles, gritando y corriendo alrededor del toro, que
desconcertado al principio, intenta desprenderse de las bolas de fuego y
seguidamente deambula buscando un refugio, sin obtener resultado, sufriendo quemaduras de diversos grados en todo su cuerpo.
Además, es necesario recordar que dicha fiesta estuvo
prohibida desde 1966 hasta 1972, después de que unos reporteros británicos
denunciaran la fiesta, por la crueldad que emana, provocando que las mismas
autoridades españolas tuvieran que evitar la celebración de la misma.
La evolución de cultura de la humanidad DEBIÓ MANTENER VIGENTE ESTA PROHIBICIÓN EN BENEFICIO DE NUESTRO CRECIMIENTO COMO SERES HUMANOS, pero en cambio, se autorizó nuevamente volviendo años atrás en el desarrollo de nuestras culturas, volviendo a tomar la calle, la salvaje práctica de herir un animal solamente con fines de diversión de unos pocos.
Concluyo pues, haciéndoles una invitación a la reflexión.
Hasta que punto va a llegar España en las celebraciones de sus fiestas
populares? Es necesario todo este sufrimiento animal para diversión?
Realmente estamos respetando los derechos animales de los que también deberían
gozar los toros?
Le pido por favor, como alcalde, que reflexionen sobre esto, y tome medidas de concientización de la población a fin de que el pueblo español dé, de
una vez por todas, un paso hacia delante en materia de respeto animal.
Le pido tenga a bien detener esta práctica arcaica, abusiva y de la más baja condición humana, que jamás dejará a España en un sitio de respeto mundial, más que dentro del repudio generalizado del mundo entero, por promover semejantes salvajadas y llamarlas por encima "fiestas"...
Y en esta también, copio y le solicito a la UNESCO, tenga a bien NEGAR ROTUNDAMENTE LA INSTITUCIÓN DE ESTA PRÁCTICA COMO PATRIMONIO INMATERIAL DE LA HUMANIDAD, ya que sería la plena legitimación del MALTRATO ANIMAL COMO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD y sería sumamente vergonzoso que una organización de tal reputación como UNESCO avale semejantes prácticas que nada tienen que ver con una evolución cultural del ser humano, sino todo lo contrario.
Muchas gracias por su atención,
NOMBRE:
DNI:
POBLACIÓN:
PAÍS:
Esta carta pretende ser una petición de un gran número de personas
que nos sentimos ofendidos e impotentes de ver como un año más, se celebrará en
sus inmediaciones la popular fiesta llamada. Suma tu repudio al
ayuntamiento en las direcciones que colocamos más arriba y colabora para que el Toro de Jubilo se acabe!!
MANIFIESTATE TAMBIÉN POR OTRAS VÍAS:
AQUI COLOCAMOS UNA NOTA BASTANTE ESCLARECEDORA DE LO QUE ES EL TORO DE JUBILO, NOTA QUE SUSCRIBIMOS PLENAMENTE Y REPUDIAMOS IGUALMENTE SU PRÁCTICA ASÍ COMO LA DE CUALQUIER OTRA CRUELDAD EN CONTRA DE LOS ANIMALES, BAJO NINGUN TIPO DE CONSIGNA, MUCHO MENOS RELIGIOSA:
Cuando todavía no habrá terminado de descomponerse el cuerpo
de Valentón, el toro ASESINADO “legalmente” en Tordesillas el pasado 16 de
Septiembre, nos encontramos a poco más de un mes para que otro astado sea
torturado y sacrificado también en nombre de un rito ancestral, también como
parte indispensable de unos festejos populares que parecen no concebirse si no
hay maltrato animal de por medio, también amparado por la parafernalia de una
Organización, llámese Asociación de Amigos menuda ironía: amigos o Patronato,
creada y mantenida para dar apariencia de cultura y legitimidad moral a otro
acto cruel y salvaje, a una nueva muestra de la ignorancia falsamente
maquillada de erudición, de la vergüenza al servicio de la diversión de unos
seres rudos y violentos, de la tortura como práctica consentida y transmitida
como si gozase de un valor pedagógico, social o ilustrativo.
El fin de semana del 14 de Noviembre se celebrará en
Medinaceli (Soria) una nueva edición del llamado Toro Júbilo. Cambia el toro con
respecto al mentado Alanceado de Tordesillas, las lanzas se sustituyen en esta
ocasión por fuego pero lo que es inmutable, lo que no varía en ninguno de los
casos, como tampoco lo hace en el del Toro de Coria y en otros ejemplos
nauseabundos de castigo físico a los animales, es el público que disfruta con
ello y aquellos que lo promueven y defienden. Porque en todas las ocasiones,
sean tordesillanos, corianos, ocelitanos o de cualquier rincón de España,
tienen un denominador común que lejos de diferenciarlos como personas los
identifica como horda: su pasión por el sufrimiento ajeno y su incapacidad para
comprender la bajeza de tales actos y admitir lo innecesario de los mismos.
Luego vendrán las susceptibilidades de los de siempre, los
que prefieren enarbolar armas en vez de palabras y algunos dirán que estamos
insultando a todo un Pueblo. No es así; ni todos sus vecinos son seguidores de
estas costumbres repugnantes ni el nacer o criarse en esas localidades implica
la participación o defensa de las mismas, aunque exista un miedo más que
justificado a expresarse en contra entre los que allí viven.
A quienes estamos calificando de seres violentos, brutales,
feroces y con un profundo analfabetismo ético es a los que habiendo nacido
donde sea o viviendo en donde se quiera, están a favor de la continuidad de
estas tradiciones bárbaras y se oponen a su prohibición alegando razones que en
ningún caso soportan el menor análisis realizado desde la razón, la
inteligencia y la sensibilidad, tres cuestiones necesarias y exigibles sobre
todo en conductas que afectan a terceros, pero que en estos casos son
enterradas bajo la bestialidad, el primitivismo y el egoísmo, ahogadas en
infinidad de alcohol, silenciadas con los gritos de la turba y linchadas junto
con el toro que asiste “invitado” por sus “amigos” de la Asociación que lleva su
nombre, como víctima forzosa de un espectáculo en el que padecerá y morirá sólo
por satisfacer los más bajos instintos de esa caterva desquiciada.
Los “estudiosos” del asunto en su Página sobre el Toro
Júbilo de Medinaceli nos hablan de que se trata de una “Ofrenda Jubilar, de
pura tradición religiosa y simbólica”
¿Tiene la
Iglesia algo que decir al respecto o con su silencio
aprobará, como en otras tantas ocasiones, el crimen cometido también en su
nombre?.
Añaden en su verborrea valedora del festejo, que “el Toro es
el dios que se inmola o es inmolado por el hombre. Tras ser sacrificado y
comido transmitirá a quien lo ingiera todas las propiedades que a él se le
atribuyen: poder sexual (fertilidad) , fuerza en los enfrentamientos y el ser
invencibles”.
Si alguien se lee las razones con las que tratan de
sustentar el Toro de Coria o el Toro de la Vega, verá como los argumentos sobre la necesidad
del ritual son tan similares entre si como aberrantes en todos los casos.
Siempre se entremezclan religión, ritos, ofrendas, sexo, virilidad, batallas y
todo ello en una amalgama tan trasnochada como absurda, tan monstruosa como
innecesaria, tan machista como dolorosa, tan reaccionaria como atroz.
Según la
Asociación se nombra a un comisionado para que encuentre a un
ejemplar basándose sobre todo en su fortaleza y alegría. Primer gesto de
asombro, aquellos que juzgan al toro un ser irracional que no es merecedor de
la menor consideración ni de un trato digno, “humanizan” su condición buscando
un animal “dichoso y entusiasmado” , lástima que no extiendan la apreciación de
su indudable capacidad para sentir al instante en el que comienza su suplicio.
Después y siempre según esta siniestra hermandad, “los mozos
inmovilizan al toro para evitar movimientos bruscos de la res” y así se coloca
la almohadilla en la testuz, sobre ella una astilla de madera de unos 40 cms. y
encima la gamella, que son unas astas de hierro sobre una plataforma del mismo
material, provistas de unas crucetas. Al fin en los extremos de la gamella van
colocadas las bolas, formadas a base estopa basta para que se origine una
perfecta combustión, sujetando cada capa con alambre e impregnado con pez,
resina y aguarrás puro.
Pero la realidad es la siguiente: los “valientes”
participantes lo sacan tirando con gran violencia de una cuerda amarrada al
animal y lo arrastran hasta un grueso palo clavado en el suelo, allí le atan
fuertemente la cabeza, le sujetan las patas y le tiran del rabo para que no
pueda moverse mientras le encajan la gamella a golpes. Es habitual que durante
esta primera fase de la tortura el toro sufra hemorragias por la boca y la
nariz, como atestiguan las imágenes obtenidas.
Volviendo al “inocente y casi edificante” relato de los
hechos por parte de la
Asociación, “se cubre pacientemente todo el cuerpo del animal
con una capa de arcilla roja mezclada con agua, para evitar que los trozos de
pez que se desprenden de las bolas le hieran”.
Esa es la ficción que algunos quieren convertir en dogma de
fe, pero lo cierto es que prenden fuego a las bolas y el animal se convulsiona
y muge aterrorizado por esas llamas fijadas a su cabeza; de ellas cae líquido
al rojo vivo y trozos incandescentes de las bolas, provocándole quemaduras a
pesar del supuesto “ungüento” preventivo de los organizadores, porque no cubre
todas las zonas y muchas veces es traspasado por los rescoldos. Y por supuesto,
la nariz, la boca y los ojos del animal no están protegidos, por lo que son
partes afectadas por las quemaduras causando al toro un dolor espantoso.
La agonía del animal dura lo mismo que la algarabía y
frenesí de los participantes, alrededor de una hora. Unos minutos que a ellos
se les antojan cortos y que para el animal son una interminable sucesión de
dolor, miedo, estrés, nerviosismo y huida imposible de aquello que le amenaza y
provoca sufrimiento, el fuego que lleva unido a sus cuernos, una pesadilla real
de la que no puede librarse y que le persigue a todos los rincones en su patética
e inútil escapatoria.
Una vez terminada la canallada al toro, con las bolas
apagadas y según los Amigos del Toro Júbilo: “se recoge al animal para que
despojándole de lo que sirvió para el rito, se tranquilice y descanse”
Y de nuevo la realidad: con la criatura exhausta, aterrorizada,
quemada y dolorida, se pone fin a tal infamia sacrificándolo sin presencia de
público; descanso sí, pero eterno.
Así finaliza el Toro Júbilo, con la última hora de vida del
toro plagada de sufrimiento, con su muerte estúpida, felices unos pocos
esperando la próxima edición, indignados y asqueados los más no comprendiendo
cómo puede estar permitido algo tan dantesco. Y la historia se repite, con otro
toro, en otro pueblo, en otra fecha, pero siempre lo mismo: una tradición
sangrienta y violenta escudada en palabrería falaz y argumentos hediondos que
podrían ser válidos para una sociedad embrutecida en su mayor parte hace muchos
siglos pero que hoy sobrecoge y repugna que puedan tener alguna vigencia y
convertirse en razón de ser para la sinrazón.
Julio Ortega Fraile